Jazz...

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miércoles, 4 de julio de 2007

Jazz...

Todo aquello era como si de una película de cine negro se tratara. Una situación que ni la casualidad
era capaz de crear. Algo que el destino no podría imaginar.
Un papel, un filtro roído y algo de picadura de tabaco. Una llama encendiéndolo y un
humo blanco, retrato de una cara y dibujo de una vida. No era otro que Mac Metralla.
Vieja gloria de la vida nocturna, mujeriego insaciable y vividor por defecto. Iba vestido al
más puro estilo de la vieja Motown neo-yorquina. Él era el único superviviente de una
tradición perdida y una vida ahogada en disputas y alcohol de media noche.
Le acompañaba Punky Panceta, perro viejo y conocido jugador. Pendenciero y valiente
fumador. Delincuente habitual de vistoso estilo y elegante forma. Carácter vil y pose de
buenrollista ilustrado. Vicioso vividor, amigo de lo ajeno.
Iban los dos en el coche de Punky Panceta, un SEAT Ibiza vestido de azul y con ropa
interior de marca Porsche. Una ganga que encontró en el desguace de un viejo conocido
con el que había tratado ciertos asuntos de oscuro calado. El silencio era protagonista
indiscutible, quizás por el mal cuerpo fruto de una noche de Póker y dulce polvo blanco.
Sus pupilas brillaban más que el sol de aquel caluroso día de junio y su sudor rezumaba a
un aroma de whisky barato. Mac trató de encender su cigarro recién liado,
interrumpiendo el bello sonido de un motor harto de kilómetros:
- ¡Joder tío! Este mechero no tira una mierda. ¿No tendrás un mechero por ahí?
- Sí, creo que está en mi mochila…
El ruido de motor del SEAT Ibiza volvió a ser lo único que sonaba en aquella escena.
Quizá no era un buen momento para hablar… Quizá los ánimos no estaban para mucho…
Lo más probable es que ambos estuvieran siendo víctimas de una resaca difícil y pensar
en algo coherente supondría un esfuerzo harto difícil y absurdo en aquel momento. Lo
único que tenían ambos en mente era un misterioso viaje a un pueblo lejano y perdido al
norte del país. No sabían mucho de aquel trabajo, sólo una llamada telefónica tan sólo
dos horas después de acostarse y que había provocado las iras de Punky Panceta… Mas
eran profesionales y un profesional como ellos hacía pocas preguntas y cumplían con el
rigor de quien trabaja envuelto en rutina de oficina.
Tan solo un lugar, tan solo una hora, tan solo una cita con dos desconocidos. Podría
tratarse de una trampa. No era una idea descabellada ya que después de tantos años en un
negocio así, todo era posible. Pero eso no era lo importante ya que estaban
acostumbrados a la improvisación. De hecho, era su mejor arma y nada ni nadie supo
como vencerles. Por eso les llamaron, porque nada ni nadie supo como vencerles.
Un Citroen verde, color pino se acercaba a un descampado que daba paso a un bosque de
encina y matojo. Estaba conducido por otro conocido y gran conocedor del negocio. No
era otro que Jimmy Ligero Quack., peligroso villano y absurdo bebedor. Pesado
parlante y harto fumador. Enemigo de lo correcto al más puro estilo de aquellas películas
de sobremesa presentadas por un tal Parada. Durante años se había dedicado a pequeños
trabajos para mafiosos locales de tres al cuarto. Otra joya de pega, cartón y pluma barata.
A su lado venía Mike Sardina, famoso fumeta de barrio gris y sutil ladrón de viejas
indefensas. De carácter bonachón, de pronto socarrón. Estilo recio y artes a tercios.
Figura de salado pensador y ropas de peligroso estafador.
- ¡Oye tío me estás llenando el coche de ceniza, maldita sea! – rugió Ligero Quack
mientras aguantaba con la parte izquierda del labio lo que quedaba del filtro de un
cigarro y sujetaba una lata de cerveza con la mano derecha -.
- ¿Cómo quieres que no tire la ceniza si conduces como un maldito pato mareado y
borracho…?
- Lo siento Mike, pero estoy un poco nervioso. No se por qué coño estamos aquí y
con quién hemos quedado. Todo esto me huele muy mal….
- No jodas tío, será un trabajo rápido, fácil y sencillo. Cualquier mafiosillo de poca
monta que tenga alguna cuenta pendiente.
Ambos se quedaron en silencio, fumando y mirando a todas partes y a ningún sitio,
esperando a alguien del que no sabían nada. Mientras tanto, Punky Panceta y Mac
Metralla se acercaban al lugar de la cita, donde sin saberlo aguardaban Jimmy Ligero
Qwack y Mike Sardina. Ninguno de ellos imaginaba lo que les iba a pasar.
Al poco tiempo, un coche se acercaba al descampado. Mike arqueó la ceja derecha,
Jimmy Ligero aguantó el humo tras una calada larga y profunda. En el coche, Mac
Metralla fruncía el ceño y Punky Panceta seguía como si nada pasase. Todos se
reconocieron al instante y todos supieron que nada bueno iba salir de aquel encuentro.

Publicado por Juan Eladio.

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